Para situarnos en el final de la primera mitad del siglo XX, efectuaremos una breve descripción de los hitos más importantes acaecidos en la Ciudad a partir del siglo XVII, pues tanto la existencia de la mítica Iplacea como la de Complutum, su desaparición, la aparición de la fortaleza musulmana de Qal´at Nahr, la “Ciudad Medieval de las Tres Culturas”, y la influencia de los Reyes Católicos constituyen períodos tan importantes que su estudio corresponde mejor a los historiadores.
El legado de su existencia es evidente en la ciudad, y es lo que le confiere su singularidad.

El desarrollo urbano experimentado en Alcalá de Henares durante los siglos XVI y XVII constituye la etapa definitiva de remate de la ciudad monumental y universitaria, y está propiciado por el Cardenal Jiménez de Cisneros, quien favorece la implantación de los notables edificios de los Colegios Mayores y Menores para el servicio y complemento de la Universidad. Para lograrlo, se debieron efectuar operaciones urbanísticas de gran magnitud, como los derribos de manzanas para aperturas de plazas, la fundación del Colegio de San Ildefonso y la creación de hasta treinta colegios Menores.

Esto nos hace considerar al Cardenal Cisneros como un personaje del Renacimiento, dotado de un gran sentido de futuro para la ciudad. La prueba es que propició una profunda transformación en la morfología urbana.

El efecto de la universidad sobre la población fue evidente, y vino a compensar el efecto negativo que supuso la expulsión de los judíos de la ciudad, tanto en términos económicos como demográficos.

En 1687 Alcalá conseguiría el título de Ciudad. Comenzó así un período floreciente, apoyado por la aparición de numerosos oficios artesanales y profesiones que contribuyeron a completar el tejido de la ciudad.

Pero a todo período de esplendor sigue otro de decadencia, y la fecha clave para Alcalá fue 1767, año en que los Jesuitas fueron expulsados de España. Como consecuencia de este hecho, la Universidad se traslada al Colegio Máximo de la Compañía de Jesús, se suprimen los Colegios Menores, y el Colegio Mayor de San Ildefonso queda reservado exclusivamente para los alumnos nobles y ricos. Esta singular “limpieza de sangre” hizo que la institución fuese perdiendo día a día hegemonía como universidad pionera en la península, si bien es cierto que la decadencia ya se había iniciado en el año 1725 con la desaparición de las asignaturas de medicina.

Aunque muy venida a menos, la Universidad Complutense todavía brilla con luz propia en ese siglo. Como muestra, en 1785 se concede el título de doctor a una mujer, María Isidra de Guzmán y la Cerda, conocida como la Doctora de Alcalá.

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