«Llegué hasta Alcalá en un día de verano […]. Desde la distancia, la ciudad tiene una de las más imponentes apariencias entre todas las de Castilla. Descansa en mitad de una vasta llanura, al lado de la verde rivera, estando los terrenos vecinos fortificados por una impresionante muralla […]. Pero al acercarte, adviertes que la muralla es tan sólo una apariencia. Está casi en ruinas […].

Un corto recorrido desde la estación te lleva a la puerta, que se halla bien defendida por una cuadrilla de pintorescos pordioseros […].

Se trata de una ciudad con buena apariencia, atractiva y terriblemente solitaria. Sus calles son anchas, bien construidas y silenciosas como avenidas de un cementerio. En ambos lados tiene altas y majestuosas iglesias, unos pocos palacios y unas dos docenas de grandes monasterios rodeados de altos muros horadados por ventanas cuidadosamente enrejadas, casi hasta las calzadas cubiertas de hierba.

En muchos barrios no existen señales de vida, no se ven ocupantes humanos en estos ásperos y ahora vacíos alojamientos de un ejército monacal.

Algunos de ellos han sido convertidos en cuarteles militares y los brillantes uniformes azules y rojos de los oficiales y soldados españoles iluminan ahora los claustros que no solían contemplar nada más alegre que los cingulados hábitos de los frailes. Aquí se mantiene siempre una numerosa guarnición. Los conventos son adecuados para alojar hombres y caballos. Los campos vecinos producen gran cantidad de grano y alfalfa, alimento para jinete y montura. Está lo suficientemente cerca de la capital como para hacer uso de la guarnición en caso de una emergencia repentina, cosa que ocurre frecuentemente dentro de la política peninsular».

Esta descripción casi idílica, citada por Pedro Ballesteros, pertenece a la obra «Castilian Days», del escritor inglés John Milton Hay: es Alcalá de Henares vista por los viajeros extranjeros en la segunda mitad del siglo XIX, y bien podría constituir un punto de partida para nuestro análisis urbanístico de la ciudad. Una ciudad eminentemente agrícola, militar y conventual que en poco se parece a lo que hoy es.

Desde esta etapa de la vida de Alcalá hasta el principio de los años cincuenta, la ciudad permaneció en un período de letargo y decadencia que ya se inició en la Universidad a finales del XVII, y que permitió que el trazado urbano llegase casi intacto hasta esos años.

El presente estudio expone, de una manera eminentemente técnica, la evolución del Casco Histórico a partir de los años cincuenta, el período que ha marcado la transformación hasta lo que hoy conocemos.

El análisis distingue tres períodos bien diferenciados, y deja constancia de la ciudad que entregaremos a las generaciones venideras:

El primero se centra entre ‘los cincuenta’ y ‘los ochenta’, años de expansión cuya única meta era llenar de edificios los solares, corrales, y espacios libres, hasta el punto de derribar edificios históricos y de interés en aras de una modernidad mal entendida (en la misma línea que otras ciudades españolas de la época).

Se destacarán las actuaciones urbanísticas más significativas del trazado urbano, las edificaciones y los datos de la evolución demográfica, relacionándolos con el planeamiento vigente en cada una de las etapas, así como con los datos que se desprenden de los vuelos efectuados en las distintas fases de las tres décadas.

Este período se distingue fundamentalmente por la edificación en altura, dejando de lado conceptos como la «rehabilitación», la «conservación», etc., tan de moda en otros períodos posteriores.

La segunda parte -la más densa porque disponemos de un número mayor de datos- abarca desde ‘los años ochenta’ hasta la fecha presente, y analiza comparativamente -manzana a manzana y parcela a parcela- y de forma fotográfica la situación anterior y la situación final de las edificaciones.

Se distingue fundamentalmente por «la vuelta al centro», entendido como una forma de vida más sugerente, que busca sus raíces y que, a pesar de improvisar muchas veces los criterios de renovación, el perfil urbano, etc., aporta elementos muy positivos como son la integración de la Universidad y otras instituciones en el tejido del Centro Histórico, proporcionando así vida y nuevo impulso a la ciudad.

El tercer bloque de la presente edición analiza la situación actual de los edificios en mal estado, ruinosos, deficientes, deshabitados, etc., como una llamada de atención a las administraciones públicas y particulares.

Un aspecto importante para la ciudad es la aprobación del Plan Especial de Protección del Casco Histórico, una figura de planeamiento fundamental para poder acometer las obras necesarias comprendidas en este tercer bloque, y para comparar su efecto con respecto a los períodos anteriores.

Alcance del estudio

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